Hiding place

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Hide me from any, sorry! everyone

sábado, 3 de octubre de 2009

Fluidos

Este semestre, no sé, las cosas no han ido como deberían, mi voluntad se resiste a hacer lo que debe, los ojos se resisten a dormir cuando pueden y mi garganta se resiste a dejar pasar la comida, pero bueno, ¿para qué están los dedos pues?
Para tocarme la cara, taparla un rato y darle un momento a la fugaz voluntad; para abrir los ojos cuando deciden escribir, los dedos; para tocar la cabeza mientras me acurruco sobre ellos hasta no sentirlos, y poder dormirme, soñar con cosas que me recuerdan propósitos que he sabido posponer; ¿para qué más sirven los dedos?, para empujar y arrancar cuidadosamente de los labios la piel que ya se cae, seca por la sangre.
Sangre, ya no la voy a botar más, mejor dono. Doné el mismo día que leí las palabras que me hicieron abrir la boca lo suficiente como para traer el aire que, demasiado contaminado, no dejaba que caminara sin tener la imagen del piso en la cara, la sensación de que pronto una pared, un poste, una persona o el piso me despertaran, hicieran resistencia a la monotonía de los pasos que se repiten y me llevan no sé a dónde.
Llego, lleno el papel y paso a la mesa del señor al que es imposible esquivarle la mirada. Revisa las respuestas, me pregunta por unas, le aclaro. La aclaración hizo un amigo: Hmm con que no eres de acá. ¿Dónde vives?, ¿hace mucho?, ¿qué estudias? Los números de siempre, al final las letras. Esa información ya me la aprendí, aunque no sirva sino para dar lugar a excesos…
Su brazo, le voy a tomar la tensión. Claro. Después de sentir lo de siempre: que aprietan el brazo, que lo amarran, lo asfixian y después lo dejan respirar de a poquitos, me pregunta si estoy preocupada: Niña está preocupada?
-Eee… no, de pronto… no sé, ¿por qué lo dice señor?
-Se lo digo por la tensión.
Qué mal, siempre quedo ahí, sin ninguna oración coherente que me saque de esa pregunta, victoriosa, sin ojos que traten de entender lo que ni siquiera yo puedo. No sé responder bajo presión, lo único nuevo que encontré, con el tiempo encima, fue una silla que temblaba y el calor en el cuerpo al que no se puede contrastar nada, porque el ambiente está tibio. Ante eso, soy incapaz de arreglar ideas, de escribir, de pensar en algo que valga la pena.
Después pedí calma, menos sensaciones... nada, sólo llegó ese olor que se pega a todo, a mí, a las cortinas, a los dedos, al espacio, a mi pelo... En fin, así ya no me sirve...
Siempre he preferido un olor que me llame con recuerdos en una avenida, sin que logre encontrar nada; prefiero el olor de cada persona, de cada momento.
Además, oler el empaque es comer dos veces…

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