Hiding place

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Hide me from any, sorry! everyone

sábado, 27 de junio de 2009

"Puño de arena"

[También usted apareció por acá y fantasmalmente me recorrió el miedo de demostrar demasiado, de arrepentirme si se acerca, de cagarla si intento acortar distancias por medio de palabras que podrían convertirse, Dios no quiera!, en las babosadas que puteo]

viernes, 26 de junio de 2009

Done!

Con los ojos más chiquitos me dice que nunca dejaría que yo sufriera, cuando viviendo un pasado que alguna vez quise cambiar, le cuento sobre el futuro.
De nada sirvió, no cambiaba el pasado, sólo le daba los elementos para que pudiera entender lo que iba a pasar después, y supiera esperar.
Naah! maldito sueño en el que tratando de lavarme las manos, me mojo toda, y en el que corriendo para no quedarme atrás me resbalo y veo plieges desagradables

jueves, 25 de junio de 2009

Abre los ojos.

¡No más, pará! Me bajo los pantalones, me quito la ropa, toda, me da escalofríos. Busco causas ajenas a la verdadera que me hagan menos vulnerable. Lo soy toda ahora, completamente. Mientras me desvestía, me preguntaba si debería o no escribir sobre esto que siento ahora. Tengo frío, y muchas ganas de llorar. A alguien le había dicho que dejar de hacer reproches y de esperar que el otro llene nuestras expectativas es tortuoso. Hoy, más que todos los días, lo es.

Nada, nada en mi correo, en ninguno, nada, así, solito. Creo que es más difícil encontrarlo así, sin nada suyo, cuando no hay nada que garantice que tiene acceso a internet. Hoy lo vi, ahí, tanto tiempo, todo, esperando que estuviera escribiendo algo, 2 líneas, lo que sea, esperando que el cuadrito azul saliera por una de las esquinas para poder leer que estaba bien, aunque ya lo sé por otras fuentes que son demasiado públicas. Supongo (no quiero creer que es así) que lazos de sangre son los únicos que merecen respuestas continuas y permanencia en el tiempo. Que los lazos que las personas creamos, de manera más voluntaria, no valen lo mismo, casi nada, porque no hay eso, ese líquido rojo que ligue los recuerdos y les de la importancia necesaria. Podría ser, podría ser también el hecho de querer olvidar ciertas cosas, de cambios irremediables o de incompatibilidades… qué sé yo?

Además, como todas las sensaciones humanas, ésta es irracional e injustificada, demasiado fuerte e incontenible para ser explicada satisfactoriamente. Hoy debería estar contenta, y no llorando en silencio, secándome las pocas lágrimas que logran vivir y odiando el sonido que estas teclas hacen. Debería, porque hoy estuve una tarde entera sentada en un estadio esperando horas a que empezara, esperando que nos fuera bien, esperando el momento en el que se tensionaría el cuello y gritaría y abrazaría incluso a desconocidos por la emoción que desde siempre me ha dado ver cómo hacen un gol. Es la final, es mi equipo, pero no, no es lo suficiente para parar esto que se me vino encima.

Y el infierno sí está lleno de buenas intenciones, y no creo que haya mayor crueldad que la no intencionada, la inocente, como sé que es la suya, porque es la culpa de la víctima (quizá exagero, es lo más seguro), en este caso, yo y mi terca cabeza que fabrica sueños deliciosos y le permite vivir a una esperanza que debió morir hace mucho. La muerte fue benévola y la dejó agonizando en un estado mediocre de consciencia? No sé.

Siempre me imaginé un encuentro, sabe? Algo en el aeropuerto o en un parque, o en la avenida Santander, no sé, cualquier lugar; algo además bonito y emotivo, algo muy feliz. Ahora me cuesta escribir, pensar y mucho más decir que tal vez no haya uno, nunca, que tal vez esta relación nunca tenga la posibilidad de tener momentos interesantes y no incómodos. Ahora pienso que ni siquiera lo voy a poder abrazar como siempre quise, porque no creo que los brazos estén abiertos, realmente abiertos, y no como exigencia de la cortesía.

Me dan miedo los hombres buenos señor, creo tener a los “malos” controlados, a los enredadores y perros. Esos tipos me tienen sin cuidado, nunca me he interesado por uno, siempre trato de no hacerlo, porque esos siempre le caen a cualquiera. Siempre que me toca el turno, porque nadie parece salvarse, soy grosera, pero sólo porque intuyo que la mitad de lo que dicen es mierda y pues mi oído queda cerca de mi nariz, que aún funciona.

A los hombres buenos (permítaseme el maniqueísmo por favor, consecuencia de la situación y de mi historia llena de experiencias ajenas…), los conozco de a poquito, si buscan algo más, por lo general les toca esperar mucho (no tanto), sin la garantía de que su espera tenga una recompensa medida en litros de saliva.

Y bueno, el tiempo, el tiempo que hace cosas que nunca creíamos posible, permite que esas relaciones empiecen a nutrirse de confianza y afecto. Todo poco a poco. También resulta una coincidencia que sean pacientes, aunque realmente creo (porque siempre consiguen novia) que permanecen ahí por otra razón, más que los fluídos iniciales que imagino todos buscaban. Eso es bueno... veremos qué pasa, son personas que logran crear situaciones bastante agradables, me aferraré a eso y a las demás que simplemente son un regalo diario... Bueno, usted es un hombre bueno para mí, demasiado bueno tal vez, para mí. Porque al silencio que tanto alabo, hoy le toca azotarme, a manos suyas, o mías.

Y era algo que ya sospechaba, después de todo, le conté que gracias a su amigo tomé un tour virtual, y lo vi a usted y a su maleta roja. Espero le haya agradecido a él por permitirme, aunque sin querer también, verlo, eso fue algo de lo que le escribí antes de que apareciera la posibilidad de una respuesta y yo la esperara tan ansiosamente y construyera una bolsita de tela, o un baúl para atesorarlo, como cada palabra suya que atesoro desde hace mucho. Ahora, bellamente construidas, las desprecio por estar vacías, las desprecio por ser yo quien las construyó, dejándome llevar por las peligrosas expectativas que aún intento dejar atrás. Es difícil, no me culpe.

Y ahora, calmada y ahogada, porque a mi nariz ya tapada se le dificulta respirar rápido, como necesito respirar ahora, creo que tengo (no, sólo tengo que morirme, porque sí, sí he visto a los muertos volver), debo hacer algo con esto. Con todo lo que ya le dije, con todo lo que sigue dentro, con todo, qué toca hacer? Lo boto acaso? En qué basurero? Ignorancia, tiempo, clavos, esperanza secreta? La última no, demasiado violenta para ver los resultados, contar los muertos y volver a la guerra sabiendo que no hay nada nuevo (perdón, pero hoy quiero ser así de rígida, sin azar que permita que florezcan hipótesis, estoy cansada de mis hipótesis… siempre erradas!). Ninguna me convence…

“Laura, usted tiene un conflicto”. Cierto. Nunca me decidí a ir donde un especialista. No quiero a nadie juzgando mi obvia irracionalidad, no quiero a nadie diciéndome qué camino debo tomar. Esto me toca a mí, sin imperativos nutridos de diplomas. ¡No más, pará!

Volví al comienzo?. No, vuelvo de nuevo a construir enrredaderas con otro destino... gracias por el consejo.

domingo, 21 de junio de 2009

¿Quién más tiene miedo de sus sueños?

Después de describirlos indiscriminadamente, e incluso se podría decir que de manera fiel, hay unos que sólo quiero ahogar por ser tan enfermos... empiezo a sentirme como el proyecto al que no le hemos encontrado imagen aún. Demasiado líquido rojo, demasiados dedos que parecían salirse de sus manos. Mantengamos la calma dejando que hormigas se paseen por los dedos, reduciendo la sensibilidad hasta el punto exacto donde aún impido que ruede y se apague.

Conociéndome masoquista...

Hoy, día de flores y rocíos artificiales que permitirán que la estética del conjunto de fechas y un nombre, permanezca por la semana que pasará, decente. Todo, para que pueda volver a ser invocado por miles de palabras rápidamente dichas que esperan una respuesta. Todo controlado, todo como constructor de recuerdos de infancia que vuelven a la mente en varios sentidos: lo que han aprendido porque alguien más lo quiso, o lo que hace parte de ellos por situaciones que solo ellos quisieron hacer eterna a través de su meticulosa memoria.
Día también de felicitaciones, demasiadas para mi gusto si alguien pregunta. Nadie lo hace, no es necesario. Dejémoslo así, felicitaciones que abren y cierran comunicaciones instantáneamente, que ni siquiera permiten que a ese intercambio de palabras se le llame comunicación. Gracias. Feliz. Adiós. Así fueron las cosas. Regalos, silbidos, iglesias antiguas con video-vin y presentaciones en power-point del evangelio.
No sé qué hacer cuando estoy en una iglesia, cuando estoy dentro porque decido dejar de lado lo poco que empiezo a pensar sobre Dios, la iglesia, instituciones, descanso eterno o pecados, y acompaño a alguien que me importa, mi papá en este caso, entrando ahí. Bueno, después de tomada la decisión normalmente resulta más difícil ponerla en práctica. Entonces entro, miro a la gente, al señor que se para al frente, al que hablará por los próximos 30 minutos, busco un lugar y me siento. Trato de "detectar", las acciones que convertidos en patrones habrán de traer a mí el recuerdo del colegio, cuando el padre Jorge me oía y me gustaban las misas, aunque siempre haya perdido religión e incluso haya puteado privada y públicamente a la profesora que admito, era una especie de santa (en el sentido estricto de la religión cristiana, se podría decir que alguien muy obediente y algo aburrida).
No fue tan difícil, era cuestión de parase, darse la bendición, repetirlo; arrodillarse, pararse… bueno, es casi un ciclo sin variables hasta que personas se disponen a pasar entre nosotros los oyentes (generalizar a veces da crédito a quien no lo merece. Vi cómo gente se iba quedando dormida durante la “presentación”), con bolsas vacías para volver al altar con éstas llenas. Bolsitas oscuras que suenan para que los creyentes se percaten de la presencia de la alcancía de tela, que suplirá, como ya lo había dicho antes el señor del frente, las necesidades, las de la iglesia en general. No tenía plata, no colaboré. Acepto que hubiera pensado más de 2 veces, seguro muchas, las suficientes para que el turno se hubiera pasado, entre colaborar o no. Todo ese tiempo pensé en lo que hacía casi de manera automática, entre seguir o no, entre respetar a medias o desconectar las razones de la lengua que incansablemente se movía, entre acompañar o simplemente seguir el instinto que torpemente insiste en detener las palabras, en sacarme de ahí, en pensarlo mejor y no dejarlo morir…
Hoy pensé en ese padre, Jorge, sobre todo cuando era momento de comulgar, pensé en lo difícil que sería volver a hacerlo con un extraño que utiliza sus juicios e interpretaciones como imperativos de mi vida. Sobre todo después del desastre entre razones y acciones, que incoherentes pertenecían al mismo tiempo, las cuatro de la tarde, y al mismo espacio, mi cuerpo. La última vez que lo vi, le desnudé mi alma a través de lágrimas que interminables se paseaban por el sofá en donde me sentaba, a través de palabras que pretendiendo conectar pecados con hastío se metían en sus ojos, sobre todo por sus ojos, que verdes respondían con imágenes propias del ardor, del incontenible cambio de seco a húmedo. Supo responder de tal forma que la conversación siguió fluyendo, aunque sin necesidad de muchas palabras, se compartieron las lágrimas, los sentimientos que aprisionaban el alma y un chocolate que después me comí sobre una mesa de madera, dentro de un ambiente que trataba de recuperar pero que inevitablemente había cambiado. Cambiado demasiado para seguir con mi idea de restauración y recuperación de imágenes y lugares.
Pero qué sería de esta entrada si nisiquiera escribo sobre la supuesta festividad de hoy, que entre otras cosas solo juzgo comercial? No sería nada si no aprovechara la excusa que alguien más inventó para agradecer al bizcocho de naranja su existencia. Aunque definitivamente no por ser lo que permitió la vida, la mía, biológicamente hablando, sino porque ha sido capaz de enseñarme el significado de algo tan importante como el silencio. Agradeceré la enseñanza de situaciones llenas de vacío, e incluso así llenas de significado a través de experiencias que se agolpan en hojas que implicitamente escribo gracias a los 2. Pero que hoy agradezco a ti especialmente.
Recordé también hoy, el día que murió el abuelito, tu papá pa... recuerdo que después de ver cómo lo enterraban, después de presenciar el drama que supone el comienzo de una pérdida, de un duelo inesperado, nos sentamos en la mesa, a comer. Yo te miraba de frente, imaginando cómo podría yo sobrellevar el hecho de que estuvieras dentro de un hoyo sin la posibilidad de recrear nuevas situaciones, nuevas conversaciones que implícitas eran capaces de formar un diálogo jugoso.
Recuerdo pues, que pensando en esa posibilidad, lloré nuevamente (ya había dormido sobre lágrimas y también babas secas después de la noticia), lloré de miedo, lloré aterrada al imaginar que el dolor de perder al abuelo sería doble si te perdiera a ti.
Momento que me ayuda a reconstruir nuevos recuerdos de la joya que representas... te quiero.