Hiding place

Hiding place
Hide me from any, sorry! everyone

lunes, 21 de diciembre de 2009

Un carro, un carro en el que estamos mi papá, mis hermanos y yo. El carro se queda sin frenos y todos sabemos que nos vamos a morir. Decidimos contabilizar el tiempo que nos queda y jugamos cartas mientras bajamos por la montaña, seguros de que no queda mucho tiempo. Me acuerdo de unos espejos y unas cartas que un amigo me dio detrás de unas cortinas mientras me cogía la mano. De un momento a otro el carro para, de la montaña caemos a la calle que perpendicular impide que sigamos bajando.

¡Qué malos somos con las predicciones!

Todos salimos y miramos el carro que amenaza con explotar por los daños de la brusca bajada por la montaña. Mientras miro, esperando ver el fuego que consuma el carro rojo y sin frenos, un policía llega y me dice que tengo que recoger las cosas que están dentro de ese carro: el morral de Sergio, el ipod y un cuaderno. Obediente me dispongo a hacerlo.

Me acerco al carro y me agacho para buscar eso que tengo que sacar. Miedo, no encuentro nada y tengo que acercar mucho la cara a la parte que espero explote, muevo las manos… ¡Nada! Puto policía, me salvo del choque, pero no del destino, no? Veo el ipod en la parte de adelante, en el piso cerca del acelerador, y el morral lo siento debajo de la silla donde siempre se sentaba mi mamá.

Bueno, puede ser que me salve, recojo el ipod y siento la cara caliente…

Ahhh… ahora el morral de niña. Meto la mano debajo de la silla pero no lo alcanzo, qué tan larga es una silla? No es una pregunta que me importe. Lo único en lo que pienso, lo único que se me viene a la cabeza es lo que creo vería por última vez, una explosión de colores amarillo, rojo y blanco.

El carro suena más, siento la cara más caliente, muevo los dedos desesperadamente, cierro los ojos, creo que ya no es necesario pensar en la imagen porque ya casi la podré ver, pero igual, insisto en alargar un poco el tiempo. Lo agarré, agarré el plástico del morral, ahora sólo saco el brazo de ahí y corro, abro los ojos. Tomo aire… La imagen resultó ser sólo blanca.

Abro los ojos nuevamente. Despierto, respiro.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Madrugada sábado19dic

Duermo en una casa de contrastes grises. Paredes muy altas con puertas pequeñas y negras.

A mitad de la noche me despierto y voy al baño, tengo que orinar. Abro la puerta del baño y miro el inodoro, hay 4 o 5 ratas grises ahí. Suelto el agua para que se vayan, todas lo hacen menos una. Decido cogerla, meto la mano en el inodoro, me mojo la mano y saco la rata. La sostengo con las dos manos, mientras la cabeza y las patas traseras quedan por fuera.

La miro mientras se retuerce y sin pensarlo mucho, la mato. La golpeo contra el piso de cemento varias veces, hasta que la cabeza deja de sostenerse, hasta que algo de sangre mancha el piso y los dedos. La tiro, pienso que ahora puedo orinar tranquila.

Orino, pero las ratas que pensé se habían ido, me muerden los dedos. No hay dolor, pero empiezo a pensarlo, a crearlo, cuando veo que mis manos están carcomidas, rojas por la sangre y ya sin piel.

La construcción del dolor es interrumpida. Me despierto. Tengo que ir al baño.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Amor seco.

Nombre que designa diversas especies de plantas herbáceas cuyos frutos espinosos se adhieren al pelo, a la ropa, etc.

Hay frutos y espinas, ¿qué más puedo pedir?

[La definición y el comentario fueron antes mostrados a Daniela para respaldar sus afirmaciones sobre mi forma de proceder. Gracias, cucu]

sábado, 12 de diciembre de 2009

Experimento 1:Teatro simultáneo/ Acuario

Se espera poder hacer una obra de teatro con tres pisos que el espectador pueda ver de manera simultánea. La idea es la siguiente:

Alguien duerme en el medio. Sueña, lo recuerda arriba y lo reconstruye abajo a su antojo, pues el recuerdo permanece secreto.

El ejemplo con Justine, sólo busca hacer de los sueños puertas a los secretos que suelen ser poco ortodoxos, nada aceptados socialmente y por lo tanto muchas veces causa de vergüenza por pretenderlo, involuntariamente, real en un mundo onírico. La Justine del Marqués de Sade, es una mujer que “preferiría siempre, no importa cuáles sean sus espinas, a la virtud que a los peligrosos favores que acompañan el crimen”; y que presa de la mala suerte, del destino, hace parte de la lujuria, los excesos carnales de muchos hombres, siendo ésta la única opción viable para sobrevivir.

Injusticia. Se culpa entonces a la sociedad sucia y demente que la rodea y se aprovecha; y a pesar de ser una existencia totalmente contraria a lo que quiere, logra permanecer viva al poder señalar las causas de sus pecados y de su vergüenza más allá de su propio cuerpo, lleno de cicatrices que se lo recuerdan.

Si el paso de la virtud al pecado (descrita con bastantes detalles en el libro “Justine”) se da en un sueño, en alguno de Justine, mientras duerme después de haber vivido un día dentro de una realidad justa, pues la lleva de acuerdo a todos los dogmas que defiende; no habrá nadie a quien culpar.

Imaginar a Justine con sueños sádicos que no quiere hacer realidad, supone una reflexión por su parte (desconozco cuál podría ser la reacción que viene justo después de abrir los ojos, mientras lo recuerda todo), casi un plan para impedirlo. El plan deberá ser muy elaborado porque la amenaza está dentro de ella… el gusano dentro de la manzana (me gusta tanto esta imagen).

Se trata de montar una obra de teatro con esta protagonista dentro de la realidad que “desea” y unos sueños que no puede ignorar o relatar fielmente. La idea es mostrar cómo los recuerdos pueden estar subordinados a una estética y una lógica predeterminada, cómo se crean bases para mantener la misma ilusión de realidad a costa de que el alma se mantenga secreta. Más allá de esto no tengo muy claro qué pase en la realidad rosada (el último piso) de pronto enloquece, se suicida, espera una invitación, prueba para después superarlo? Qué sé yo.

Esto se podría hacer con muchas “historias” distintas… haciendo comparaciones entre lo que “es” en secreto y lo que se “creó” para mantenerlo así.

Hay que empezar, ya estamos en el purgatorio.

jueves, 10 de diciembre de 2009

¿Mequieres?-

Me siento y me obligo a escribir, no me obligo a querer, no serviría de nada; me obligo a cumplir tratando de darle disciplina a esta voluntad que últimamente actúa sólo después de varias resistencias, fricciones con el entorno. [Ficciones]
La semana pasada, estando frente a una pantalla, trataba de entender las sensaciones de los protagonistas de la película. Lo único que entendí es que tanto dulce no me hace bien. Reitero entonces, mi disgusto por la cursilería y el drama propios de “los amores eternos” que han resultado ser tan buena mercancía, el ingrediente perfecto de un best-seller o un blockbuster. Bah...
Alguien me había contado que le encantaban la película y los libros estos, porque era la relación que esperaba tener, entiéndase por relación, pareja. No tenía idea de qué me hablaba, pero esperé mucho más que un protagonista que es capaz de seguir todos los clichés sobre el amor y toda esa cuestión…
Yo no sigo eso ni nada, al parecer lo único que hago es correr y aterrarme, callarme…
No, yo sé, lo mío por ser lo opuesto, es muy parecido. Los dos son tipos de cobardía. Uno es desespero por hacer parte de las imágenes de películas mal hechas, mientras el otro es desdén, malestar frente a lo conocido, a eso que siendo desconocido, porque todavía no ha pasado; parece posible sólo a través de un camino, el de siempre.
En fin, corro, callo, la cago, pero no ruego. Si nadie es capaz de permanecer ahí, esperar o entender, entonces no vale mi pena.
Y sí quise algo distinto, pero eso ya no depende de mí, nunca debió depender de mí, soy un puto rosario de contradicciones: sí, no, tal vez. Ese rosario al que nadie le reza, ni le pide o promete, ese que nadie quiere colgarse al cuello. Pero, ¡No faltaba más! Es mi rosario, mi cuello.
Me esfuerzo por encontrar un punto medio, y eso resulta siendo, sin saber cómo, cualquiera de los extremos. Es por eso que casi siempre puedo hacer parte de mis críticas.
-No me preguntes que te voy a decir la verdad, una parte de la mía [].