Raices que florecen

Es un gran paso el que leas esto. Es bastante informal, como yo. No hay diplomacia, ni ataduras; decidí quitármelas cuándo acepté que escribir era lo mejor para mi salud mental, y que ponerlo en un sitio como éste, era lo mejor para remediar mi desórden y poder desahogarme sin tener que preocuparme en lo que piense el interlocutor al que aveces suelo herir con frases, incluso palabras, que sólo por existir, no importa en qué contexto, ya pertenecen al infierno. Acá, y no me refiero al sitio, sino a la hoja y el lapiz, siento que crece todo lo que alguna vez pasó y atravezó cada sentido, cada órgano; y definitivamente, me hace feliz, dibuja la felicidad, no en mis labios, sino justo ahí, donde no puedes apuntar. Aún no encuentro las palabras para describir la satisfacción que me da haber encontrado algo que me apasione hasta tal punto. Es como tomar fotos, hacer películas de las mejores y las peores partes del día o la noche, para formar un álbum que no me haga olvidar sentimientos que muchas veces las imágenes pueden omitir por sumisión a la estética y a aprovaciones de la mayoría. Arte falaz según me enseñaron. Entonces, aunque en un principio me importaba poder ser entendida por personas que utilizan un vocabulario cifrado y lleno de códigos, que no quiero aprender, ahora, aunque no puedo evitar decir que me halagan los comentarios, no escribo por eso, no por halagos, ni la sensación de creer en las opiniones “objetivas” de ciertas personas. Sólo escribo, haciendo de esas letras, extensiones de mi; inmortalizándolas. ¡Y es que se siente tan bien tener raices sin estar anclada a un suelo!.