A ver, los límites, los límites… He estado pensando que los límites se muestran siempre muy rígidos, ¡aquí!, ni más allá ni más acá, ahí, ¡aquí!, y de pronto por eso mismo caprichosos, porque así como fue ¡ahí! que se estableció la diferenciación, podría ser un poco más allá o acá, podría incluir esta característica, este pedacito, esta situación, esta cuadra que está justo al lado, ¿qué es una calle, una palabra, una situación más!. Siempre existen esas luchas que se perciben ante todo en las fronteras, pues necesariamente tienen que estar en contacto con lo que está del otro lado, lo que ya no es 'esto'; no hay ningún lago (ni siquiera uno de cocodrilos) que las separe, que no sea parte o quiera serlo de lo que se propone diferenciar.
Cuando se reconoce que los límites, las definiciones son una construcción social, humana, hecha por circunstancias sociales, por Dios si se quiere; necesariamente tiendes a dudar de ellos. Y es que si te fijas, si te acercas lo suficiente y te detienes a examinar, si por alguna razón te encuentras frente a la raya que dice “hasta acá”, preguntándote por la posibilidad de pasar un rato al otro lado o de correrla definitivamente; te das cuenta que los límites, esa barrera con la prepotente frase, es porosa, gris, llena de agujeros que funcionan como entradas y salidas improvisadas. Estando tan cerca miras al otro lado y te preguntas si vos podrás tener la autoridad suficiente para pasarla, para correr la línea. Ésta, sin embargo, podría parecer una pregunta obvia: ¿Cómo así que cabe la posibilidad de que no tenga autoridad suficiente sobre mi propia vida, sobre los límites que he de sobrepasar con ésta, que además es la única que tengo, y que la esté buscando en otro lado?; pero no lo es. Cada vez que quieras, siendo tú la autoridad (con tus decisiones y sus vaivenes), puedes correrla y replantearla. Toca hacerse la pregunta y tomar la decisión, así ésta no haya sido satisfactoriamente respondida, porque los límites necesariamente tienen que ser establecidos, ya sea por la costumbre, la religión, la gente alrededor, una autoridad estatal o en este caso vos, yo; incluso solo para que estos nuevos límites sean necesariamente rebasados por la realidad, por tus decisiones, que si van más allá, vienen siendo lo mismo…
Si finalmente se corre la raya y redefines tus propios límites, entonces simplemente se acercan otras características o situaciones que siempre están lo suficientemente cerca para que te preguntes: ¿qué tanto puede afectar correrla un poco más?, ¿ya que dejé entrar esta otra, puede entrar ésta también, no? y así...
Importante el momento en que se pasa a través del muro, lo placentero que podría ser el acto mismo de ir más allá, de cambiar la definición… La entrada es lo más placentero, permanecer ahí... bueno, toca que al rato le encuentres lo placentero a la situación "constante".
Cuando se reconoce que los límites, las definiciones son una construcción social, humana, hecha por circunstancias sociales, por Dios si se quiere; necesariamente tiendes a dudar de ellos. Y es que si te fijas, si te acercas lo suficiente y te detienes a examinar, si por alguna razón te encuentras frente a la raya que dice “hasta acá”, preguntándote por la posibilidad de pasar un rato al otro lado o de correrla definitivamente; te das cuenta que los límites, esa barrera con la prepotente frase, es porosa, gris, llena de agujeros que funcionan como entradas y salidas improvisadas. Estando tan cerca miras al otro lado y te preguntas si vos podrás tener la autoridad suficiente para pasarla, para correr la línea. Ésta, sin embargo, podría parecer una pregunta obvia: ¿Cómo así que cabe la posibilidad de que no tenga autoridad suficiente sobre mi propia vida, sobre los límites que he de sobrepasar con ésta, que además es la única que tengo, y que la esté buscando en otro lado?; pero no lo es. Cada vez que quieras, siendo tú la autoridad (con tus decisiones y sus vaivenes), puedes correrla y replantearla. Toca hacerse la pregunta y tomar la decisión, así ésta no haya sido satisfactoriamente respondida, porque los límites necesariamente tienen que ser establecidos, ya sea por la costumbre, la religión, la gente alrededor, una autoridad estatal o en este caso vos, yo; incluso solo para que estos nuevos límites sean necesariamente rebasados por la realidad, por tus decisiones, que si van más allá, vienen siendo lo mismo…
Si finalmente se corre la raya y redefines tus propios límites, entonces simplemente se acercan otras características o situaciones que siempre están lo suficientemente cerca para que te preguntes: ¿qué tanto puede afectar correrla un poco más?, ¿ya que dejé entrar esta otra, puede entrar ésta también, no? y así...
Importante el momento en que se pasa a través del muro, lo placentero que podría ser el acto mismo de ir más allá, de cambiar la definición… La entrada es lo más placentero, permanecer ahí... bueno, toca que al rato le encuentres lo placentero a la situación "constante".
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