Hiding place

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Hide me from any, sorry! everyone

lunes, 18 de octubre de 2010

Emotionally dumb

Pobre hombre... -dice
Quién? -le pregunta mi mamá mientras lo miro con atención.
¡Yo, que soy un guevón! -le responde mi papá.
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Lo quiero mucho- mis únicos indicadores son el tiempo y la preocupación, no encuentro más.
Igual, si preguntan, no fue mi culpa, no es que tenga nada de lo que dicen los test de alexitimia, no, la culpa es de la gente que se tira las palabras por usarlas sin razón alguna, y entonces a mí, que quiero utilizarlas bien, me toca complicarme con ese tipo de cosas, tratando de definir lo que nadie ha definido satisfactoriamente [modestia!], tratando de dar indicadores que no voy a sentir porque no puedo hacer dos cosas al mismo tiempo...[!]
Me he dado cuenta, también, que esto es decisión personal. No es que no pueda decir lo que todo el mundo dice y hacer lo que todo el mundo hace, si quisiera, también podría vestirme igual que todas las niñas para que no me jodan cuando quiero entrar a un sitio. Es una decisión, podría hacer parte de eso, pero no quiero. Viene lo mismo, lo que creo que le da mérito al hecho, no rayo en los límites de lo que puedo hacer y entonces lo que hago no es solo todo lo que puedo sino lo que quiero. No mantengo la línea azúl sobre la roja.
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“… uno empieza fingiendo que menosprecia las cosas y las acaba de verdad despreciando” (pg 188, Basura, Héctor Abad Faciolince)

Quiero fingir algo, no, no quiero fingirlo, quiero sentirlo o no hacerlo, y de repente, cuando quiero cambiarlo, cuando me cansé de jugar, resultan que son reales.

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sábado, 16 de octubre de 2010

Me siento. Triste. Querer las cosas con tantas ansias, esperarlas por tanto tiempo, planearlas, fortalecerlas, a ellas, te hace muy vulnerable...

domingo, 10 de octubre de 2010

Kill-Ing

Me soñé que mataba al hijueputa que vive en esta casa, al hijueputa al que le he visto el culo y el que me ha visto todo. El cristiano converso.

Me soñé que le cortaba la lengua cuando me reprochaba por tener muchos amigos, por quererlos. Puta, me decía.

Se la cortaba por tener cartas que había sacado de mi cuarto y hablar de recuerdos de noches en vela mirándome mientras dormía. Se la cortaba en pedazos, blanca, cuando me cogía los brazos y se abalanzaba sobre mí. Después también, le corté las orejas. Todo se lo cortaba con las tijeras que estaban sobre la mesa amarilla en la que estaba apoyada, mientras su esposa cantaba en el cuarto del lado y en la cocina la portera planchaba.

Lo metía en una bolsa negra y lo acostaba en la cama de su esposa, a su lado, para que no lo extrañara.

Me aterraba: acabo de matar a alguien, ¡matar!

Llegaba mi mamá, que quería ayudarme a organizar. No hay tiempo, le digo, ese desorden de la bolsa no lo arregla nadie.

¡Vámonos, que no me quiero ir a la cárcel, vámonos mamá!

Bajábamos, por las escaleras unas partes, en un ascensor sin paredes, otra.

Me encuentro a una amiga en el camino que va a visitar a la esposa. Abro la boca: No vayas...