Hiding place

Hiding place
Hide me from any, sorry! everyone

miércoles, 28 de octubre de 2009

Duermo, duermo muchísimo, me levanto y tengo sueño, y entre más duermo más sueño, y claro, más me arden los ojos. Me levanto tarde, creo que no me bañé, pero ya no me acuerdo...

Alguien sonriente me cuenta sobre su exitoso reconocimiento, y me alegra, en serio. Me habla después de lo que le dijeron que debería hacer frente a ciertas cosas, las reacciones que uno debería tener, las que son saludables y no dejan que nada se vaya acumulando dentro, las que permiten que estés limpiecita todo el tiempo. No me alegra eso. Alguien diciéndome cómo tengo que hablar, sorprenderme, reírme?, ¿cómo estar limpia? ¿cómo ser saludable? Me arden mucho más los ojos ahora, le trato de explicar que esa no es la idea de ir donde un psicólogo, pero me habla de lo beneficioso que ha resultado hablar con alguien sobre todo lo que tenía guardado; no dudo que lo haya sido, pero sigo con la idea. No voy donde nadie para que me diga lo que tengo que hacer, ayuda es una cosa que se puede confundir con silencios y consejos; reglas de acción son otras. Las últimas no las acepto. Punto.

La conversación sigue, me cuenta sobre las conclusiones a las que le han ayudado a llegar, según eso, se ha dado cuenta de que no puede sola…

-Ahhh? No, ya no más, voy para asegurarme de que esto siga siendo sólo ardor. Adiós, felicitaciones por tus descubrimientos.

Algo estalla en la calle, la gente corre y se calma, vuelve a sonar, corre más gente. Miedo, sí, la gente que se tapa media cara da miedo, pero en fin, no me moví, no me ardieron los ojos. Después veo un ratón muerto en la esquina y siento como si me dijeran: “Si sigue llorando por nada, le voy a dar razones para que llore por algo, carajo!”. Fair enough.

sábado, 24 de octubre de 2009

Be brave!

Empecemos por el principio. Algo encontré. Parece ser que después de las groserías del momento, de estar a la defensiva siempre, pasando por mal educada, sólo queda la voluntad expresa de no reprochar ni preguntar demasiado, la voluntad, el compromiso de estar ahí y escuchar, nada más, sin peleas ni gritos justificados por un claro irrespeto. Se diluyen las ganas de hacer eso, de hacer respetar lo mío cuando alguien se cree autoridad en campos totalmente ajenos… ¡Puta! Me estoy demorando demasiado, estoy siendo demasiado condescendiente, estoy dando demasiadas prórrogas, demasiadas exenciones, muchas reflexiones… porqué tiene que ser esto tan complicado?!. Igual, sé que “hacerle tanta conciencia a las cosas no me va a dejar vivir tranquila” es cierto, pero se ha vuelto casi involuntaria, ¡una conciencia involuntaria! Imagínese eso...

“Eso se oye muy feo”. Claro, cómo no si le acabo de decir que hay momentos en los que no me interesa conocer a nadie, sino que sólo me interesa su capacidad de saciar las ganas, producto de la voluntaria abstinencia y de sus comentarios que aún soy incapaz de clasificar. Cómo no va a sonar feo si le digo que me dejo llevar por los sentidos, por las apetencias que no distinguen entre un buen gusto o no. Sí, suena feo, y?.

Comentarios que afilados, muchas veces me dejan perdida cuando muestran un camino claro de reproche, regaño o descripción de existencia: lo que se dice en broma casi siempre es verdad, pero mantiene presente la garantía que dan las risas si las cosas no salen como uno lo esperaba, si el público no estaba preparado, si hiero susceptibilidades o si soy injusta cuando establezco rápidamente, tal vez demasiado, la relación entre experiencia ajena y escala de valores.

Qué fea sensación, cómo comentarios que podría hacer cualquiera los hace usted que no está lejos.

Lo mejor es tratar de ser menos influenciable, pero sobre todo menos nostálgica, más decidida a hacer y vivir con eso, a aceptar consecuencias, a encontrar otros caminos. Decido hacer, conocer, experimentar, dejando de lado las culpabilidades que puedan surgir propias de la educación, quiero ser un poquito más libre, quiero desafiarME, poder salir con ojos que estén sólo lo suficientemente irritados para poder ver lo que queda después.

Sé que cuando escribo así, cuando todo está en la lengua, escurriéndose por los labios y los dedos, soy injusta, demasiado emotiva, demasiado descriptiva, de pronto. Por ahora no importa, veremos después y espero, claro, tener la valentía de aceptarlo cuando otras variables se hagan más visibles, cuando tomar posición sea algo más desarrollado.

Juego a quedarme quieta, a ser el medio que son incapaces de manipular, a mostrar cómo el fin es un vacío. Juego a ser la excusa para que encuentren reproches que estando dentro de sí sean incapaces de ignorar. Juego a odiar y superar a través del silencio.

No. No más juegos, mirá que no hay repuestos.

sábado, 3 de octubre de 2009

Fluidos

Este semestre, no sé, las cosas no han ido como deberían, mi voluntad se resiste a hacer lo que debe, los ojos se resisten a dormir cuando pueden y mi garganta se resiste a dejar pasar la comida, pero bueno, ¿para qué están los dedos pues?
Para tocarme la cara, taparla un rato y darle un momento a la fugaz voluntad; para abrir los ojos cuando deciden escribir, los dedos; para tocar la cabeza mientras me acurruco sobre ellos hasta no sentirlos, y poder dormirme, soñar con cosas que me recuerdan propósitos que he sabido posponer; ¿para qué más sirven los dedos?, para empujar y arrancar cuidadosamente de los labios la piel que ya se cae, seca por la sangre.
Sangre, ya no la voy a botar más, mejor dono. Doné el mismo día que leí las palabras que me hicieron abrir la boca lo suficiente como para traer el aire que, demasiado contaminado, no dejaba que caminara sin tener la imagen del piso en la cara, la sensación de que pronto una pared, un poste, una persona o el piso me despertaran, hicieran resistencia a la monotonía de los pasos que se repiten y me llevan no sé a dónde.
Llego, lleno el papel y paso a la mesa del señor al que es imposible esquivarle la mirada. Revisa las respuestas, me pregunta por unas, le aclaro. La aclaración hizo un amigo: Hmm con que no eres de acá. ¿Dónde vives?, ¿hace mucho?, ¿qué estudias? Los números de siempre, al final las letras. Esa información ya me la aprendí, aunque no sirva sino para dar lugar a excesos…
Su brazo, le voy a tomar la tensión. Claro. Después de sentir lo de siempre: que aprietan el brazo, que lo amarran, lo asfixian y después lo dejan respirar de a poquitos, me pregunta si estoy preocupada: Niña está preocupada?
-Eee… no, de pronto… no sé, ¿por qué lo dice señor?
-Se lo digo por la tensión.
Qué mal, siempre quedo ahí, sin ninguna oración coherente que me saque de esa pregunta, victoriosa, sin ojos que traten de entender lo que ni siquiera yo puedo. No sé responder bajo presión, lo único nuevo que encontré, con el tiempo encima, fue una silla que temblaba y el calor en el cuerpo al que no se puede contrastar nada, porque el ambiente está tibio. Ante eso, soy incapaz de arreglar ideas, de escribir, de pensar en algo que valga la pena.
Después pedí calma, menos sensaciones... nada, sólo llegó ese olor que se pega a todo, a mí, a las cortinas, a los dedos, al espacio, a mi pelo... En fin, así ya no me sirve...
Siempre he preferido un olor que me llame con recuerdos en una avenida, sin que logre encontrar nada; prefiero el olor de cada persona, de cada momento.
Además, oler el empaque es comer dos veces…