No hay ningún sueño que narrar y describir para mantener las imágenes, cada que yo decida releer, dentro de mi cabeza.
Cuando eso pasa no pienso en las imágenes que el otro puede crear a partir de las palabras que yo uso como referente de lo que acabo de ver con los ojos cerrados; hoy no pasa eso, no hay descripciones de sueños, no hay masturbación en curso. Hoy describo lo que en frente de varios ojos, necesita una justificación, una causa, las palabras más pertinentes para dar explicación a mi errante boca, que creyó oír, siguiendo concejos y que creyó razonar al buscar causas; todo para dejar de estar seca.
Alguien dijo que siempre escribía en clave. Con el tiempo y con entradas como ésta sabrá por qué lo hago (espero), entenderá por qué, a pesar de ser público todo lo que queda en esta página, es divertido y necesario utilizar las palabras no sólo como puente que comunica las partes (indiscriminadamente), sino como puente entre partes, que aparentemente han compartido la sensación, la situación que justifica cada palabra. Es decidir describir de manera menos egoísta un sueño del que no sólo yo hice parte.
Casi siempre la introducción es más larga que el contenido, pero bueno, cómo no iba a ser así cuando trato de darle sentido a las avergonzadas palabras que se esconden detrás de los dientes. Avergonzadas, pero muy bien intencionadas… dejan el anonimato de lado y escogen otra manera de ser, sin importar el no reconocimiento o incluso el simple desconocimiento de ellas; solo se lanzan al aire y se convierten en trinidad, quien naciendo dentro de una caja, fue incapaz de volar más alto de lo que ahora estas se proponen: indulgencia.
No sé si soy sólo yo quien se siente mejor, aliviada, feliz de que mis constantes errores no me cuesten relaciones importantes, no me cuesten el vacío de alguien a quien quiero. Se lo agradezco.
Sería más fácil aceptar lo que usted ya dijo después, que todo había sido su culpa, que usted fue quien dijo las palabras hirientes que hicieran que después yo no lo quisiera voltear a mirar y me fuera, tratando de entender lo que había pasado, y que ya tarde (como siempre), en la cama tratando de dormir, pensara en un abrazo como mejor despedida, cosa que pensé sólo al tratar de darle algo de estética a la situación que real, me parecía grotesca y que simplemente, me sofocaba.
Sería más fácil, pero afortunadamente he aprendido a desconfiar de todo lo que merezca este adjetivo. Bueno, menos de las risas que fácilmente se desangran de energía, en esas confío; tampoco desconfío de la felicidad que sin pedir permiso me invade gracias a alguien más; ese tipo de facilidad me encanta. Confío en la facilidad con la que se puede conocer a las personas si dejas de esperar algo determinado de ellas, desconfío de lo que regalan en las calles de manera material, desconfío si alguien me guiña un ojo en una esquina de Bogotá; pero confío, confío ciegamente en que alguien me mire a los ojos, a uno sólo, pero con los dos, dejando de buscar lo que para mí no significa nada.
He pensado en decirle muchas cosas, pero hombre, si me enredo tratando de contar un cuento de niños, no me quiero imaginar cómo sería con lo que se ha venido presentando, en mi cabeza. No sé, supongo que el pasado próximo sigue estando demasiado fresco para que haga parte de una anécdota oral o escrita... supongo que "decepciono al público", pero no será así después de que llegue el señor viento...
2 comentarios:
Sosiego anhelado obtengo después de leer e imaginar a Laura Ficciones...
Me alegra que algo de calma haya llegado...
Pd:me encanta mi nuevo nombre. Cuál es el libro de cuentos que nos vamos a leer juntas (ya nos mariquiamos explícitamente)?
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