Hiding place

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Hide me from any, sorry! everyone

martes, 19 de enero de 2010

Concupiscencia

1. f. En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

Para que la definción sea más clara, me atrevo a ajustar la entrada después de haberla publicado, después de los comentarios. Espero no importe.

deshonesto, ta. 2. adj. No conforme a razón ni a las ideas recibidas por buenas. 3. adj. ant. Grosero, descortés, indecoroso.

Confesonario

Escribir sobre el miedo de reconocer un modelo de mujer que no me agrada. Darme cuenta que a pesar de muchas cosas, soy una y lo seguiré siendo, por mucho que le duela a la feminidad o a los tipos a los que les he dicho que no.

Desde siempre, pero esta navidad de manera más acentuada, he estado pensando sobre lo que se crea alrededor de la mujer para darle un sentido. Siento que hay imágenes, historias, palabras que toman tal fuerza que después no hay nada que pueda evitar que se vuelvan reales. Y ante la resistencia, siempre hay algo que se pierde...

No sé por dónde empezar, hay varias cosas que quiero tocar, veremos si me alcanzan los dedos.

Supongamos que el orden, ser capaz de malograrlo en cualquier medida, es algo bueno. Siendo así, enumeraré, aunque sólo sea un adorno pendejo que trate de decir que soy seria.

Primero, esta navidad, la del 2009, me he dado cuenta que de 7 primas con más de 18 años, hay 5 que ya tienen bebés. De esas 5, 4 lo tuvieron, a su hijo, entre los 18 y los 20. Yo tengo 20… mmm ¿a dónde vas, querida? Voy… a decir lo siguiente, a escribirlo primero, claro. Me da miedo eso, esa vida, tener que estar cargando un bebé y cambiarlo y darle el tetero y esas cosas. No importa lo bonito que digan que es, ni cuán normal parezca ya esta noticia para los papás, es decir, los abuelos. No importa nada, no importa si tiene ojos azules o cafés, si tiene el pelo amarillo o no, si es negro o blanco, si ya creció un poquito y tiene 6 años o si por el contrario apenas empieza su desarrollo; no importa nada, de mi intención por sonreírles sólo resulta una mueca que los hace llorar y que hace que los grandes se rían de mi cara de asombro, según ellos.

Ja! ¡Grandes?, grande yo sentada en la parte de atrás del salón con gafas y paladar. Sí, más grande yo cuando tenía 10 años que ellos que ahora tienen un poquito más. ¡Grandes?¿Grande vivir en la casa de mis papás con mi hijo y mi novio, convertido en esposo por este pequeño compromiso? ¡Grande? ¿Grande quedarme en una casa limpiando y cocinando, durmiendo y comiendo? ¡Grande?

No jodás! Grande es otra cosa. ¿Qué quieres ser cuando crezcas, cuando seas grande?

-Cuando sea grande quiero ser _____ [fill in the blanks]

Eso era ser grande! Ser lo que uno quisiera, no lo que tocó y consentí. No lo único que queda por hacer, no repetir lo poquito que pude ver. Nononono. [Confieso, confieso que escupir esto me da miedo, definitivamente no quiero que me caiga en la valiente y orgullosa cara. No me gusta mi saliva, es más, yo nunca me daría un beso...]

¿Miedo?. Sí, miedo a esto, a que el peso de la historia sea más fuerte que la voluntad, que cualquier decisión. Miedo a que un roto en un condón no me deje decidir, a que el 99% de efectividad de los anticonceptivos no me toquen y sólo quede con el maldito 1...

Sí, definitivamente estoy traumatizada, siempre he tenido miedo a caer en esa marcha incansable de martillos, a ser el argumento del que no cree y no hace nada, y no el respaldo de la fe en una semilla que puede dar distintos frutos…

Segundo, sobre las "mujeres buenas"...

[El numeral 2 y 3 estarán en próximas entradas]

lunes, 4 de enero de 2010

DanielaNodirémiapellido.

Estoy esperando a una amiga de Bogotá para empezar ferias. Viene mañana, el día del cumpleaños de Daniela. Dormí hasta las tres de la tarde, desde las 2, creo. La verdad no me da sueño en estos días, creo que podría pasar derecho sin mayor esfuerzo, pero igual, si me acuesto, incluso sin sentir que necesito descansar, me duermo casi inmediatamente. Eso pasó esta tarde, me acosté en la cama de mis papás mientras se iban y dormí hasta las 3. Tuve el siguiente sueño:

Daniela y yo íbamos a esperar a Carolina. Íbamos hacia el terminal, que resultó ser algo muy parecido a una fonda, aunque eso lo supe después. Cuando llegamos al terminal ella se subió a un bus muy viejo y dañado. No sabía a dónde iba, pero la seguí, me monté en el bus con la maleta sobre la espalda mientras trataba de contestar mi celular, creo que era mi mamá. Mientras yo hablaba, explicándole dónde estaba, Daniela se salió del bus, como si se hubiera acordado de algo que no podía dejar. Yo estaba enredada con la maleta y el celular y la miré por el vidrio de atrás, seguía teniendo el celular en mi mano, pero ya no había conversación.

Primero pensé que después me alcanzaría, pero como todavía seguía lloviendo mientras el bus se alejaba del terminal, me bajé y pensé que era mejor ir a buscarla. Me tapé con la maleta y llegué hasta el supuesto terminal que parecía más una fonda. Me senté en una silla hecha de troncos de madera, dos como base y uno más largo partido a la mitad sobre ellos. Alguien tomó mi orden, no me acuerdo que era, de pronto agua o una gaseosa.

La parte que sigue no la recuerdo muy bien. Creo que apareció un bebé en un coche mientras con los codos encima de la madera esperaba algo. Creo también que me dolía, pensaba en el hecho de salirme del bus, de haberla cagado y no poder encontrarla. Me sentía desubicada. Después llegó Daniela y se sentó en la silla que hacía parte de la misma mesa, pero en la de enfrente para poder mirarme de frente. Llegó con alguien, no me acuerdo muy bien, de pronto F o una vieja del colombo. Después llegó un extranjero, creí que era un alemán, porque no le entendí nada cuando después dijo cualquier cosa. Ahh! Podría ser cualquiera, pero pensé en ese momento que era un alemán, no un ruso, un gringo, un finés o un polaco. Un alemán.

Cuando llegó y se sentó puso sus pies encima de un tronco que estaba diagonal a ella, a Daniela. Vi las botas, las brama. [Es impresionante cómo los sueños resultan tantas veces en una combinación de imágenes acomodadas aparentemente sin lógica alguna]. Me preguntó cómo había llegado ahí. Le conté la historia, la que acabo de escribir. Me acuerdo muy bien que se la contaba con un aire de tristeza, con ganas de llorar; aunque no con la intensión de ser la víctima y de que ella sintiera lástima. Sentí los ojos húmedos, las lágrimas temblando en el borde de los párpados y yo tratando de concentrarme en hablar con tal destreza que la respiración y el agua en constante creación no chocaran con las palabras. Terminé con “éxito”, sin lágrimas rodando incesantemente por mis mejillas, tttt, nada de eso. Daniela, en cambio, lloró una sóla lágrima mientras le contaba la historia. La pude ver bien, pues contrastaba con la cara que en un momento parecía imperturbable.

Después de terminar mi historia, empezó a explicarme. Alguien se iba a quedar en su casa, el alemán que estaba de intercambio, y ella lo había olvidado. Había vuelto por él, que ahora hablaba o balbuceaba cualquier cosa en inglés que no entendía.

La explicación estaba con un tinte de remordimiento y el alemán queriendo ayudar, nos había invitado a pintar el terminal por fuera con una pintura que revolvía en un sombrero negro. No era muy delicado mientras lo hacía, y me di cuenta, por los regueros que dejaba alrededor, que la pintura era rosada. Teníamos la intensión de hacerlo, incluso nos había parecido una buena idea, pero sonó el teléfono varias veces y logró sacarme de la fonda, aunque lentamente, sabiendo que estaba pasando de un mundo a otro.